ARTUR MAS. EL ASTUTO.
Queridos amigos, en mi última entrega anuncié que os hablaría de Artur Mas «el astuto.»
Creo que me anticipé en exceso, «astuto», en aquel mes de junio del 92, no me lo pareció en absoluto.
Al contrario, recordando como lo conocí, Mas me pareció un novato inexperto, un panoli que quiso aparecer ante los suyos como un diablillo revoltoso.
Veréis porqué.
Era mi primera reunión del Consejo General de Fira. Qué nervios.!
Días antes, preparando la reunión con mi presidente Negre, comentamos el punto del orden del día en donde el Consejo debía aprobar la financiación, por parte de Fira, del kit de la ceremonia de inauguración de los JJ.OO de Barcelona 92.
El presidente me dijo «si alguien pregunta sobre este tema, contestaré yo mismo».
Por pura «xafarderia» pregunté en qué consistía el «olimpickit,» que así se llamó la caja prevista para la inauguración.
Contenía una camiseta dibujada con el Cobi enarbolando una bengala, una máscara de cartón de color rojo y negro, plegada, para cubrir la cara, un abanico rojo, un dispositivo de iluminación manual y un pin metálico de Fira.
Excuso decir que, en cada elemento, el logo de fira destacaba claramente como patrocinador. Ver foto del kit que aún conservo.
Y llegó el día del Consejo.
Para daros una idea de mis nervios, el continente de las reuniones del Consejo donde se celebraba era el llamado hemiciclo de la Fira.
Un hemiciclo, como bien sabéis, es un espacio arquitectónico semicircular concebido para que todos los asistentes tengan una buena visión y una acústica adecuada.
Pero cuando se escoge esta forma de espacio no siempre se hace por cuestiones estéticas o logísticas, muchas veces se hace por cuestiones simbólicas. El “poder”, los que presiden, se localizan en la parte inferior del hemiciclo rodeados de unas gradas en donde toman asiento el resto de asistentes.
Maragall, Negre y glup!, yo mismo, estábamos en el centro de las gradas, el resto de miembros del Consejo en un nivel superior.
Quiero reflexionar sobre el continente porque a mi parecer condiciona, y mucho, al contenido.
Mi amiga Ernestina Torelló nos dió una clase magistral en su finca de Can Martí; “un vino o un cava, se vulgariza si se bebe en un vaso de plástico y se saborea mucho mejor en copa de cristal.” ¡Cuánta razón Ernestina!
El hemiciclo de la Fira abrumaba, empequeñecía, perturbaba y condicionaba mucho, creerme.
A todos los presentes les otorgaba solemnidad en sus intervenciones y no facilitaba el intercambio natural de opiniones.
Y en esas comenzó el Consejo.
Además de los citados, el Consejo estaba compuesto por Joan Clos, A. Fernández Diaz, Antoni Subirá, Joan Gaspar, Luis Armet, Llorenç Gascons, Miquel Roca Junyent, Artur Mas, entre otros …
Vestido con traje de Adolfo Dominguez, a cuadritos grises, de solapas estrechas, sin entallar, hombreras generosas, moderno y sobre todo luciendo “la arruga es bella”, me presenté en el Consejo y de esta guisa sus miembros contemplaron a su nuevo director.
Y llegó el punto anunciado. El olimpickit.
Negre, toma la palabra y propone su aprobación, de manera rutinaria.
Y,oh! sorpresa, un tal Artur Mas, al que no conocía de nada, pide la palabra y carga contra la decisión de que la Fira se haya comprometido a financiarlo, utilizando todos los argumentos a su alcance.
Estupefacción entre los miembros del Consejo. Nadie esperaba que este punto tuviera oposición por parte de la Generalitat. Creo que ni el resto de representantes de la Generalitat.
Miré a Negre invitándole, con la vista, a la respuesta tal y como que me había comentado.
Negre se sacó las pulgas de encima. Me cedió la palabra para que explicara de que se trataba y ahí empecé a saber lo que era la Fira y el conflicto permanente de enfrentamiento político entre CiU/ PSC, Generalitat/Ayuntamiento.
Contesté como pude y tuve la fortuna de actuar como un mimo o como un mago, más que con las palabras.
Saqué el kit de debajo de mis piernas y extraje sus componentes, uno a uno. explicando su finalidad y la proyección internacional que suponía para Fira, estar presente en un acto de repercusión mundial, superior a cualquier otro conocido.
El Consejo aprobó unánimemente la propuesta. Y suspiré tranquilo cuando Maragall y Negre me dieron la enhorabuena por la intervención.
Pero yo supe, en aquel momento, que, ante el peligro, uno suele estar solo y que Mas, el recién incorporado al Consejo, o no se había enterado del acuerdo institucional para financiar el kit o hacía de poli malo y de ahí su intervención extemporánea y demagógica.
Y aprendí tanto que convencí a mi presidente Negre para que el hemiciclo fuera derribado para convertirlo en una sala diáfana, con la nueva tecnología del momento, un mobiliario moderno y con todos los asistentes en pie de igualdad. Quiero decir sentados en pie de igualdad.
Espero que esta anécdota, poco conocida de Mas, sirva para rebajar la afirmación recurrente de que el éxito de la Barcelona olímpica fue gracias a la gran colaboración institucional.
También deseo que los protagonistas de la época expliquen algún día, con detalle, la carrera de obstáculos que soportaron, por parte de la Generalitat, en muchas de las decisiones del comité organizador de BCN92.
Y hasta aquí, amigos, mi recuerdo de Mas. Un novato inexperto, un panoli que quiso aparecer ante los suyos como un diablillo revoltoso que su mujer Helena Rakòsnik me describió en una cena del salón Barnajoya.
A Helena la conocí mucho antes que a su marido. Era la secretaria del director general de TMB, Constanti Serrallonga que, casualidades de la vida, es el actual director de Fira.
Helena me confesó, durante la cena, que cuando Mas tenía que hablar en público, los nervios le devoraban. A mí, sinceramente, no me lo pareció y ahí creo que empezó el astuto, ¿o no?
Hasta la próxima amigos y gracias por leerme.