CANTINFLAS, EL BOLERO DE RAQUEL Y LAS PROPINAS.

CANTINFLAS, EL BOLERO DE RAQUEL Y LAS PROPINAS.

Queridos amigos hoy voy a copiar. A copiar sin ningún rubor. Lo copio de mi amigo Pedro. El artículo que ha colgado en Facebook es tan bueno que me temo que está siguiendo mi estela de crónicas pandémicas para evitar el uso del Prozac.  

Dicho esto, con humildad, y reconociendo su maestría inalcanzable para este aprendiz de cuenta cuentos que hace lo que puede: Ahí va;    

¿RECIBIRÁ PROPINA EL LIMPIABOTAS?  

Revisando esta foto de un «bolero» (así llaman en México a los limpiabotas), capturada en pleno trabajo, mi curiosidad se ha desbocado.  El protagonista de este humilde oficio, muy respetado por los mexicanos, me ha evocado al legendario Mario Moreno «Cantinflas» protagonizando su inolvidable película «El bolero de Raquel», (recomendada la visión de la escena del baile erótico con la música del Bolero de Ravel) Y, curioso y preguntón, surgieron un par de preguntas. El cuate, abrillantando las botas de los soldados, ¿trabajó gratis o fue remunerado? ¿recibió alguna propina?  

La instantánea fue capturada en México DF, en la archiconocida y turística Plaza del Zócalo (su nombre oficial es de la Constitución). Se trata de una inmensa explanada de 46.800 metros cuadrados (equivalente a 7 terrenos de juego del Camp Nou) y es la Zona Cero del poder federal, donde se fraguan las decisiones de un país de 125 millones de personas y donde los funcionarios abundan por las calles próximas. En todo el perímetro del Zócalo se localizan los edificios de la Catedral Metropolitana, el Palacio del Gobierno Federal y el del Ayuntamiento de la Ciudad de Méjico. Es normal así que en esta área pródiga en clérigos, políticos y financieros, abunden los guardias de seguridad, los escoltas libres de turno y los cuerpos de guardia que deben mantener una pulcra presencia y que ésta empieza por los pies y las botas lustrosas.  

La propina tenía en nuestro país un uso social muy extendido. Y muy compartido. Dar propina era un hábito muy consolidado. La palabra proviene del latin propinare (para vino): en español (pro pino, para vino), en francés «pourboire» (para beber), en ruso дать на чай (‘dar para el té’) o en alemán que es trinkgeld (o dinero para beber). En todas estas lenguas es común la idea de agradecimiento por el servicio recibido. En los Estados Unidos, por ejemplo, la propina es obligatoria y va incluida en la factura y el cliente la paga sí o sí.  

Al hilo de la foto, concluí que en España dejar propina ya está en total desuso, una costumbre moribunda, agravada por los tiempos de crisis que vivimos. La llegada del euro, la extensión del uso de pago con tarjeta y las prevenciones higiénicas derivadas de la pandemia han sido las causas del descenso de esta extendida costumbre social en sectores como la hostelería, la peluquería, el taxi, hoteles y, en general, los servicios. La propina se prodigó en años pasados y servía como complemento para precarios salarios. También el empresario desaprensivo se amparaba en los ingresos por propinas para escatimar en el sueldo del empleado.   

Surrealista es la escena de los hermanos Marx en «Una Noche en la ópera» cuando Groucho Marx le reclama al taxista que le devuelva la propina porque han ido muy deprisa y han llegado a la ópera antes de que ésta terminara. El conductor, serio y profesional, afirma: «Señor, no me ha dado propina». Y Groucho replica: «Pero pensaba hacerlo».   

El caso más curioso e interesado del uso de la propina del que se ha tenido conocimiento es el de un destacado personaje español que confesaba que la propina la entregaba al camarero antes de comer. «Así trabaja con más interés».  O aumentaba su eficiencia.”  

Genial Mario Moreno Cantinflas, genial la propina de Groucho Marx y la última de un destacado personaje, no será por casualidad, JAS, ¿Juan Antonio Samaranch?  

Pero la historia no acaba aquí. Mi amigo Enric Ribera ha extendido las anécdotas de los limpiabotas de la plaza Zócalo de México, sobre las propinas que reciben, con otra anécdota no menos divertida.  

Veréis.  

Un conocido del Enric, le explicó lo que le había ocurrido en México. El amigo esperaba de pié, frente a un limpiabotas, en la citada plaza. El limpiabotas lo miró de arriba abajo lentamente y le dijo “esto le va a costar el doble “ 

¿Por qué?, le dijo? 

“Pues está claro”.  

El amigo en cuestión calzaba un 47 de zapatos.!!! 

Así es la vida. Y así, con estas pequeñas historias y grandes zapatos, sonreímos en esta época tan dislocada y extraña.  

Por cierto, una pregunta queda en el aire. Cobró propina el “bolero”.? 

Gracias Enric y Pedro y gracias a vosotros amigos por leerme.  

PD. En recuerdo de Blasco, el amigo de los zapatos de gigante y militante del PCE y PSUC. DEP. 

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