LA FIRA. EL ALCALDE MARAGALL Y LOS MERCADOS.

LA FIRA. EL ALCALDE MARAGALL Y LOS MERCADOS.

Queridos amigos, continuar con las anécdotas de mi aterrizaje en la Fira requiere una exposición de motivos previa. Así, a bote pronto, que un mindundi sea elegido para gobernar la Fira podría dar la impresión de que quien lo eligió no estaba en sus cabales.  Por esta simple razón, y no por méritos propios, hago un pequeño recordatorio de mis antecedentes. 

Maragall era un estudioso, en su época como funcionario municipal, de la estructura comercial de Barcelona. 

Sabía de la importancia y del papel que en la distribución alimentaria jugaban los mercados municipales y, como buen político, sabía que los vendedores, al igual que los taxistas, sin los medios que ahora existen para difundir criterios, eran generadores de opinión y conformaban el clima político de la ciudad. 

Maragall apostó por la supervivencia de los mercados encargando su gestión a dos jóvenes promesas con la pasión profesional necesaria para hacerlo realidad. 

Jordi Maymó, un sabio del que tanto aprendí, y un equipo renovado de directores de mercado, del que me siento orgulloso de haber dirigido, recibió el encargo de modernizar estas estructuras del comercio tradicional y, sin falsas modestias, cumplió con creces las expectativas. 

Tan encantado estaba Maragall con el trabajo desarrollado que accedió a nuestra propuesta de visitar cada martes un mercado, y compartir desayuno con sus representantes. 

Por esta razón tuve oportunidad de conocer a fondo al Alcalde, al menos culinariamente; butifarra con “mongetes”, bacalao a la “llauna”, huevos fritos con chorizo, callos, “cap i pota”, … y tantas delicadezas gastronómicas que, con mucha simpatía, y hasta con cariño, le dedicaban los anfitriones. 

Descubrí entonces que Maragall no era un político cualquiera. Entraba al trapo de los problemas y no contemporizaba. 

Un ejemplo. Pregunta del Alcalde; “Cuantas paradas de fruta y verduras hay en el mercado del total de puestos de venta”.  

 
Hacia sus números mentalmente y les decía; 

“Con ese número desproporcionado de paradas, no tenéis futuro. No es posible que os ganéis la vida. Hay que disminuir el número de negocios, hacer que las que queden sean más grandes, más competitivas, más rentables” 

Silencio por parte de los vendedores. Sabían que la atomización de paradas era uno de los graves problemas que tenían los mercados. 

Después de un café y en las despedidas se sinceraban y nos decían. “El Alcalde tiene razón, somos demasiados haciendo lo mismo” 

Descubrí a Maragall en los desayunos. Un alcalde excepcional.!!! 

Y él me descubrió a mí. Un funcionario sin otra marca política que su pasado psuquero. 

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