LA PRIMERA PIEDRA. LA PRIMERA MOQUETA.

LA PRIMERA PIEDRA. LA PRIMERA MOQUETA.

LA PRIMERA PIEDRA 

El alcalde Maragall quiere poner la primera piedra de la futura Fira de Barcelona. Negre, el presidente de la Cámara, por el contrario, se niega en redondo y me emplaza a resolver un imposible.  

La pregunta es ¿Cómo conciliar ambas posturas y cumplir la misión? 

Creedme,  la tarea no era fácil. 

Ni gambito de dama, ni todas las estrategias del juego del ajedrez sirven para, aparentemente, resolver un imposible. 

Y yo, profesionalmente, no estaba al nivel que os expliqué de la película “el jugador”. De manera que sólo quedaba rezar y poco más. 

¿Pero quién ha dicho poco más?-amigos de poca fe. 

Se puede tener fe sin ser religioso, sin ser un papanatas, sin ser un creyente. 

Se puede tener fe en el equipo, en la audacia, en no darse por vencido. 

Y así fue. 

Mi equipo buscó y rebuscó en la fe no confesional, en la fe creativa. 

Buscó una propuesta alternativa a la primera piedra que pudiera resolver, y a la vez conciliar, ordenes contradictorias. 

Veréis como lo hicimos. 

Como sabéis, la colocación de la primera piedra es una forma tradicional en que se conmemora el primer día en la construcción de un edificio. Suele contar con la presencia de autoridades y dignatarios. 

A veces se reemplazaba por la primera palada y, en época franquista, siempre contaba con la bendición de un alto representante del clero.  

Excuso decir que la presencia de los medios de comunicación en este tipo de actos es una condición “sine qua non” para el éxito de la convocatoria y, os aseguro que, en nuestra imaginación, para la alternativa conciliadora, nunca figuró la presencia de una autoridad eclesiástica. 

Pedrosa. Un polígono arrasado, lleno de cascotes, sin urbanizar y desconocido para el gran público y para los propios medios de comunicación.  

Ese era el receptáculo de la teórica primera piedra.  

Y la pregunta clave ¿Dónde poner la piedra? 

En la inmensidad del terreno una piedra era un grano de arena en la playa. 

Y zas.! Llega la idea.  

¿Como se inaugura un salón, una feria? 

Respuesta; con la presencia de autoridades sin duda, pero éstas desconocen que, conforme avanzan por los pasillos, unos operarios ultiman el toque final, extendiendo, palmo a palmo, la moqueta, un poco más allá de sus pies, sin ser vistos, y es entonces cuando la feria de verdad, queda inaugurada. 

Sin ser vistos y piedra por moqueta. 

Manos a la obra. 

Una consulta a una empresa colaboradora de Fira. “¿Estaríais dispuestos a colaborar en la primera moqueta del nuevo emplazamiento en el Polígono Pedrosa?” 

“Lo que haga falta. Yo pongo la moqueta gratis. Decidme los metros que necesitéis y corre de mi cuenta”. 

Mi madre, seguro, hubiera limpiado gratis. Por la feria todo. Al igual que este empresario. 

Ya lo tenemos. Pondremos la primera gran moqueta en un espacio inmenso y gratis. Si, si, como oís, gratis, un gran argumento. 

 Y me olvidaba, será de color azul, como el logotipo de Fira. 

¿Pero, cómo se verá?  

A pie, imposible director.  

Atravesar Pedrosa, sin calles, sin pavimentación adecuada, y con restos de construcciones precarias, que recuerdan la marginalidad del entorno, es un desastre asegurado. 

Y además, si se visita andando, no se puede ver la inmensidad del polígono y su conexión con Barcelona.  

¿Y desde el cielo? 

Dicho y hecho. 

Por grupos, dos helicópteros, situados cerca del Pueblo español, volaron una y otra vez y tantas como hizo falta, con Maragall, Negre y con quién os lo explica, por encima de una gran mancha azul, la moqueta de Fira, explicando que de piedras y paladas se hacen inauguraciones, pero que la nuestra, la de Fira, seria sin dudas la mejor de la historia. 

Y tan contentos quedaron Negre y Maragall que de aquella divergencia, que parecía insalvable, este que os escribe salvó el gáñete durante años y puede recordar anécdotas entrañables con una sonrisa amplia y cómplice de amigo para sus queridos amigos. 

Gracias por leerme y hasta la próxima. 

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